IMPACTOS AMBIENTALES, DEBIDO A LA MALA GESTIÓN DE LAS AGUAS... La España que debemos tratar con urgencia...
Los ciudadanos españoles gastamos una media de 265 litros por habitante y día. La absoluta falta de depuración de las aguas residuales urbanas, el derroche de agua para campos de cultivo en zonas no aptas, el aporte de nitratos a las aguas subterráneas por el exceso de fertilizantes empleados, los escasos controles a los vertidos industriales en los ríos con absoluta falta de severidad legal, la construcción desmesurada de embalses y trasvases con cantidades de agua inventada, el excesivo consumismo de agua y la proliferación de campos de golf que terminarán con recalificaciones para más macro-urbanizaciones, son las principales causas de esta grave decadencia...
Para la elaboración del informe que tienes en tus manos ha sido necesaria la colaboración de diferentes personas y colectivos: Antonio Estevan, Diego García, Marta González, Javier Martínez y Narcís Prat, que redactaron parte del capitulo sobre Directiva Marco del Agua. Isabel Herráez y Estíbaliz López-Samaniego, de la Universidad Autónoma de Madrid, que trabajaron en la documentación y elaboración de textos. Alonso Torrente de Caralluma, que realizó fotos y revisó el texto del Segura. Graciela Ferrer de Xúquer Viu, que revisó el capitulo del Júcar. Y muy especialmente el voluntariado de Greenpeace, que ha realizado de forma desinteresada diversas tareas de documentación, la práctica totalidad de las fotografías y las traducciones. Sin su ayuda la realización de este informe hubiese sido imposible. Por ello, desde Greenpeace, queremos agradecer a estas personas e instituciones sus aportaciones y, fundamentalmente, el impulso que hace realidad un proyecto como éste. * La Situación Ambiental de las Cuencas Hidrográficas, en España(A diversos artículos, en Ibérica 2000...) * Enlace al documento original completo, con los esquemas y cantidades...(En Greenpeace.es) LA FALTA DE DEPURACIÓN DE LAS AGUAS RESIDUALES Las aguas residuales generadas por la actividad humana son actualmente un serio problema y uno de los focos de contaminación más importantes para nuestros cauces y acuíferos.
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Imágenes de Luis Sebastián, para Ibérica 2000... (http://www.iberica2000.org/fotosluis/VerSerie.asp?Serie=INI)(Enlace...)
En el año 1991, la Unión Europea fijó como objetivo la protección del medio ambiente contra el deterioro provocado por los vertidos urbanos e industriales asimilables a urbanos en la Directiva 91/271/CEE sobre depuración de las aguas residuales urbanas, modificada por la Directiva 98/15/CE.
En España, estas directivas, se tradujeron en la realización del Plan Nacional de Saneamiento y Depuración que se puso en marcha en 1995 y cuya última actualización es de enero de 2003.
El 31 de diciembre de 2005 es la fecha marcada en el plan para que todas las poblaciones mayores de 2.000 habitantes equivalentes (h-e) (11) que vierten a aguas continentales y estuarios y las mayores de 10.000 h-e que viertan a aguas costeras depuren sus aguas residuales.
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Las arenas en las playas pueden ser un foco de infección, ya que las corrientes distribuyen por todo el litoral, y son depositados en las orillas los contaminantes que no son tratados por las instalaciones de depuración de aguas urbanas construidas para ese fin.
Sin embargo, a pesar que el propio Ministerio de Medio Ambiente constata un progresivo avance en la depuración de las aguas residuales, reconoce que el grado de cumplimiento de la Directiva 91/271/CEE es insuficiente (12). Un ejemplo de la situación son las 70 ciudades de más de 15.000 habitantes que todavía incumplen la normativa europea de tratamiento de aguas residuales (13), entre las que se encuentran grandes ciudades como Ourense (109.400 habitantes), Melilla (68.900 habitantes), A Coruña (243.900 habitantes) y Algeciras (105.000 habitantes), según datos del propio Ministerio de Medio Ambiente y de la Comisión Europea. (14)
A estas grandes urbes se suman cientos de municipios dispersos por toda la geografía española que también incumplen las normas y no dan ningún tratamiento a sus aguas (es el caso del medio centenar de pueblos de Albacete (15) que no depuran sus aguas fecales o de los 171 municipios de Aragón que carecen de depuradora (16)). Los cada vez mayores volúmenes de aguas residuales con elevadas cargas contaminantes que nuestra sociedad produce hacen necesario un tratamiento más extendido e intensivo de las aguas residuales. Los cauces con escaso caudal debido al incremento de los usos consuntivos, la pérdida de la vegetación de ribera, la regulación y las sequías hace que los ríos hayan perdido toda su capacidad de autodepuración.
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Actualmente, buena parte de nuestra red hidrográfica se ha convertido en una auténtica cloaca. Ríos como el Jarama, el Llobregat o el Segura son tristes ejemplos de ello. Esto, además de las consecuencias directas (estéticas y organolépticas), produce una pérdida de recursos hídricos inadmisible en una país donde el agua es un bien escaso.
Peligrosos tóxicos y altos contaminantes, ya están en nuestra sangre en un cocktail, de consecuencias incalculables e impredecibles. (I Parte)
Una conferencia recopilada en diversos vídeos que no puedes dejar de conocer. ¿Quién esta a cargo en nuestro país, de este esencial-control de salud? ¿Nadie es transparente con estos datos tan graves?
El Dr. Nicolas Olea:Es Médico, Catedrático en Radiología y Medicina. Facultativo Especialista de área, licenciado en medicina y cirugía. Actualmente es Coordinador en el Hospital Clínico de Granada, Investigador en este mismo hospital, vocal del Patronato de la Fundación Científica, y es la máxima autoridad en España del Estudio de las Afecciones sobre la Salud Provocadas por los Productos Químicos, Hormonas en condiciones de trabajo intensivo en invernadero.
EL MODELO AGRÍCOLA. Asegurar la capacidad de la Tierra para alimentar la vida en toda su diversidad, incluyendo la vida humana y las necesidades de alimento de los pueblos a través de una agricultura responsable desde el punto de vista social y ambiental, es una cuestión fundamental para nuestra supervivencia.
Los métodos de cultivo que minan la seguridad alimentaria de los pueblos, además, destruyen el medio ambiente.
La industria agrícola actual tiene más en común con la minería que con el cultivo de los campos. Sus métodos comprometen la tierra de la que dependen todos nuestros alimentos futuros. El fracaso del enfoque actual de la agricultura amenaza a ricos y pobres indistintamente. En lugar de cultivar alimentos para abastecer las necesidades de las comunidades locales con una dieta diversificada y saludable, la agricultura industrial produce cultivos para vender en los mercados mundiales.
Desde 1950 la producción mundial se ha triplicado. Sin embargo, ahora hay más gente hambrienta que hace veinte años. Millones de familias abandonan sus tierras, donde se cultivan alimentos que no pueden comprar. Muy a menudo, el resultado es una espiral de destrucción medioambiental y pobreza (mitigada por un absurdo sistema de subvenciones en las regiones del mundo que pueden permitírselo).
Las “soluciones” tecnológicas como los cultivos transgénicos impiden que se perciban los problemas medioambientales y sociales que causan el hambre. Estas “soluciones” no tienen en cuenta cuestiones como quién produce nuestra comida, cómo y dónde se cultiva, cómo se distribuye y quién tiene acceso a ella.
El argumento de que la ingeniería genética es vital para alimentar al mundo está basado en la afirmación de que el hambre es el resultado de la escasez de alimento.
Pero estas falsas soluciones vinculadas a la concentración de la riqueza y al libre comercio y que esconden intereses de unas pocas empresas que quieren controlar la alimentación no contemplan los recursos disponibles. El agua es un recurso insustituible sea cual sea el tipo de cultivo y el rincón del mundo en que nos encontremos y la disponibilidad y el acceso a ella son cada vez más reducidos.
El agua está cada vez más contaminada y es un arma de especulación y de control.
>En el caso de España, tenemos un contexto agrario y político sin precedentes: España es el único país de la UE que cultiva transgénicos a pesar del creciente rechazo de la población.
En 1998, España aprobó el cultivo comercial de un maíz transgénico de la multinacional Novartis (hoy Syngenta) con propiedades insecticidas, el Bt 176. Desde entonces, los Gobiernos del PP primero y del PSOE después han autorizado el cultivo de variedades de éste y otros tipos de maíz.
Desconocemos la superficie actual de transgénicos, dada la opacidad de la Administración en este ámbito y la ausencia de registros públicos de estos cultivos. La superficie de cultivo comercial en 2005 ha rondado probablemente las 80.000 ha y la superficie experimental está atomizada y tampoco tiene un registro centralizado; en cualquier caso ocupa miles de hectáreas.
Cada vez es más evidente que los daños ambientales y agrarios propios de los transgénicos son una realidad: mayor consumo de tóxicos agrarios, contaminación genética, pérdida de biodiversidad, efectos no deseados sobre especies no-objetivo y plagas más resistentes. Y en muchos de estos casos la incidencia sobre el agua o la participación del agua en el mecanismo del daño es evidente, por ejemplo, la contaminación del medio hídrico por biocidas o transporte de pólenes y semillas.
Es necesario establecer una nueva cultura del agua, un nuevo modelo agroalimentario que no destruya las reservas y que no sea dependiente de un recurso tan escaso. Esto incluye prácticas agrarias eficientes que ahorren agua, un nuevo modelo de ayudas económicas que permita recuperar los cultivos de secano o con menos demanda de agua, un modelo alimentario, por ejemplo, menos basado en derivados animales.
Es realmente preocupante que las Administraciones, en lugar de promocionar cultivos y técnicas menos demandantes de agua y más adaptadas a las condiciones climáticas de nuestras geografías, sigan apoyando un modelo productivo basado en cultivos y tecnologías extremadamente despilfarradoras de agua, como los maíces transgénicos.
España es un ejemplo perfecto del malgasto del agua. El maíz, uno de los cultivos que más recursos hídricos demanda, se siembra precisamente en las zonas más áridas del país. Se utilizan decenas de metros cúbicos de un agua que deben trasvasarse de otras zonas lejanas o se extraen de acuíferos que terminan por salinizarse debido a la sobreexplotación.
Todo ello para producir un kilo de maíz y fabricar piensos compuestos para cerdos, vacas, gallinas. Cientos de metros cúbicos para unos cuantos gramos de proteína animal.
LA CONTAMINACIÓN QUÍMICA DEL AGUA Cuando los niveles de contaminación de las aguas son altos, los ríos no sólo dejan de ser una fuente de vida, el agua que llevan deja de ser un recurso.
Existe un grave problema que acentúa la escasez de agua y es su baja calidad por los altos niveles de contaminación química. Desde que comenzó el desarrollo de la industria química, se calcula que se han producido y diseminado en el medio ambiente aproximadamente 100.000 nuevas sustancias químicas.
Además, cada año esta cifra se va incrementando en 1.000 nuevas sustancias.
El conocimiento del impacto de estas sustancias sobre el medio ambiente y la salud humana es escaso y, en la mayoría de los casos, no existe.
Desde que estas sustancias se liberan al medio, se van acumulando en el agua, en el aire, en el suelo, en los alimentos e incluso en nuestros tejidos. Con el tiempo actúan sobre ellos, amenazando nuestra salud. Muchas de estas sustancias podrían ser extremadamente tóxicas para los seres vivos, pero la realidad es que no se conocen todavía sus efectos, ya que la gran mayoría todavía no se han estudiado.
Hemos creado un desarrollo industrial sobre el planteamiento erróneo de que el planeta puede asumir los altos niveles de contaminación a los que lo sometemos y a estas alturas estamos alcanzado un deterioro medioambiental sin precedentes.
Las organizaciones ecologistas han advertido durante decenas de años de que es necesario un cambio en el concepto de desarrollo que definitivamente lo desvincule del deterioro medioambiental. Es urgente adoptar el principio de precaución y abandonar el modelo actual centrado en lo que llamamos soluciones de “final de tubería”.
Estas soluciones buscan reparar o “controlar” el daño en lugar de eliminarlo. Por eso nos encontramos con unos altos niveles de contaminación química en el agua, porque como ahora se conoce, muchas sustancias químicas peligrosas no son controlables y terminan en los ríos, en los seres vivos acuáticos y así entran en la cadena alimentaria.
Actualmente encontramos cientos de sustancias sintéticas en los tejidos de los seres humanos. La depuración no es “la solución”, sino sólo una parte de ella. Carece de relevancia si no está acompañada de medidas desde el origen.
Sólo no vertiendo sustancias contaminantes evitaremos que se acumulen en el agua de los ríos.
La única vía de asegurar la vida de nuestros ríos y el agua como recurso pasa por la producción limpia. Esto implica que no se utilicen sustancias peligrosas en los procesos de fabricación y que no se liberen sustancias peligrosas durante el uso de los productos ni cuando se convierten en residuo.
La degradación ambiental no se para sola y el desarrollo económico no tiene por qué potenciarla. El modelo de desarrollo actual tiene que dar un giro, si no queremos contaminar un recurso cada vez más escaso.
IMPACTOS DEL MODELO ENERGÉTICO EN LA CALIDAD DE AGUA La combustión de grandes cantidades de petróleo, gas y carbón para obtener energía es la principal responsable del aumento del nivel de los “gases de efecto invernadero” en la atmósfera, sobre todo de dióxido de carbono. Estos gases se producen de forma natural y son fundamentales para la vida en la Tierra, ya que impiden que parte del calor solar regrese al espacio y sin ellos el mundo sería un lugar frío y yermo.
Pero cuando el volumen de estos gases crece sin descanso provoca un aumento artificial de las temperaturas y modifica el clima.
Nuestro modelo energético no sólo es el principal responsable del cambio climático que ya estamos viviendo. Ha provocado graves accidentes nucleares, ha generado inmensas cantidades de residuos nucleares y, sobre todo, no sólo compromete la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades sino que nunca será capaz de cubrir la demanda de energía que necesitan los países en desarrollo para su crecimiento económico.
El cambio hacia un modelo perdurable, viable y sostenible económica, social y ambientalmente es necesario.
Las compañías eléctricas andan enzarzadas en una lucha por llenar el país de nuevas centrales térmicas, desoyendo todas estas realidades. Además de las gravísimas consecuencias ambientales que generan y de su gran contribución al cambio climático, las centrales térmicas consumen gran cantidad de agua para su funcionamiento alterando los cauces de nuestros ríos, la salud del ecosistema y consumiendo un recurso vital.
Sirva como ejemplo lo que está sucediendo en el río Tajo antes de su paso por Aranjuez. Se pretenden construir cuatro centrales de gas de ciclo combinado que pondrán en peligro los caudales ecológicos del río y otros consumos actualmente existentes en la cuenca, como el abastecimiento a poblaciones y el regadío.
Según la documentación oficial disponible, las cuatro centrales detraerían al Tajo del orden de 60 hm3 anuales, de los que consumirían aproximadamente la mitad. Estos 30 hm3 se devolverían al río. Sin embargo, las aguas del Tajo, antes de llegar a la confluencia con el Jarama, se encuentran ya completamente “repartidas” por el Plan Hidrológico de la Cuenca del Tajo, por lo que retirar del río un volumen neto de 30 hm3 anuales aproximadamente lo que consume una población de 300.000 habitantes incluyendo el consumo doméstico, el industrial, el de servicios y el de los servicios municipales como riego de calles, parques y zonas verdes) implica necesariamente dejar desabastecidos otros usos.
Nuestro modelo energético tiene otras graves consecuencias que demasiadas veces olvidamos abrumados por su tremenda responsabilidad en el cambio climático.
TURISMO Y CONSUMO DE AGUA En 1980, 23,4 millones de turistas visitaron España. En 2000, la cifra fue de 43 millones y el año pasado se alcanzaron los 53 millones. El turismo costero de “sol y playa” está basado en un modelo de crecimiento ilimitado.
A pesar de su importancia económica, no se ha planificado ni gestionado teniendo en cuenta el frágil medio donde se desarrolla, el elevado consumo de un recurso tan escaso como el agua ni la ocupación de un ecosistema tan importante como el del suelo litoral.
El Ministerio de Medio Ambiente reconoce que el origen de la desnaturalización de la costa es el “desarrollo” urbanístico del litoral. Esta desnaturalización es la causa principal de la pérdida de espacios costeros y de la degradación, agotamiento agotamiento o destrucción de los acuíferos y humedales del litoral.
Uno de los grandes problemas asociados a la saturación urbanística que vive la costa está muy relacionado con el uso del agua. Por un lado, lleva aparejado un consumo excesivo del preciado líquido y, por otro, tal y como se encarga de recordarnos periódicamente la Comisión Europea, descuida los aspectos relacionados con la depuración de las aguas residuales, dilapidando así grandes cantidades de agua que podrían, y deberían, ser reutilizadas.
La promesa de agua que el Plan Hidrológico Nacional (aprobado en 2001) trajo a las regiones costeras del sureste español multiplicó exponencialmente los proyectos urbanísticos en la Comunidad Valenciana, la Región de Murcia y el levante almeriense.
A pesar de que algunas normativas autonómicas recogen la necesidad de acompasar el crecimiento urbanístico con la carencia de agua, la realidad es bien distinta.
El estancamiento del modelo turístico de sol y playa en nuestras costas ha llevado al sector a buscar nuevas estrategias, imponiéndose el denominado “turismo de calidad”, que se traduce en el trinomio “urbanización - campo de golf - puerto deportivo”. Este modelo de rápida implantación en las costas españolas, lamentablemente, reporta una presión enorme sobre los recursos naturales locales.
Cada municipio, de forma independiente, vende su territorio al mejor postor y dispone de los recursos naturales, sin preocuparse por la hipoteca que dichas actuaciones dejarán a las generaciones futuras.
LA PROLIFERACIÓN DE CAMPOS DE GOLF En junio de 2005, había en España 297 (17) campos de golf. De ellos, más de cien se han construido en los últimos diez años y la tendencia continúa. Según diversas fuentes (18 y 19), en la próxima década está prevista la construcción de unos cien nuevos campos en nuestro país.
La extensión de un campo es variable, aunque la media ronda las 40 o 50 hectáreas(20y21). Pero además de ocupar amplias extensiones de terreno natural, últimamente el golf está asociado a nuevos proyectos urbanísticos.
Las promotoras están apostando por residencias cercanas a un campo de golf, que pueden encarecer una vivienda entre un 15% y un 20%, sobre todo si están próximos a una zona costera.
El impacto más importante de los campos de golf en España es su consumo hídrico. Cada hectárea necesita unos 2.000 m3/día (22). Esto supone un consumo por campo próximo a los 700.000 m3/año (370 piscinas olímpicas) o la cantidad suficiente de agua para abastecer una población de unos 12.000 habitantes durante todo un año. Pero, además, contaminan el suelo por el uso generalizado de agentes biocidas (contra arañas, lombrices, topos, hormigas, escarabajos, caracoles), herbicidas, fungicidas, acaricidas, y otros productos químicos (23).
Las aguas de riego y las lluvias lavan estas sustancias tóxicas, que acaban en las capas inferiores del terreno provocando pérdida de biodiversidad y contaminación de los acuíferos.
La mayor parte de los campos de golf se encuentran en zonas con escasos recursos hídricos superficiales y donde el riego se realiza con aguas subterráneas.
Andalucía (82 campos), Murcia y Valencia (4 y 22), Islas Baleares (21) y Canarias (15) son las que más dependen de las aguas subterráneas y, justamente, es donde más se instalan campos de golf debido a la gran afluencia de turismo.
Los acuíferos de los que se abastecen estos campos soportan ya una explotación considerable, al límite de sus recursos renovables, debido al notable volumen de agua demandada por la población, la agricultura y otros sectores económicos. En este contexto, la mayor parte de los acuíferos costeros mediterráneos presentan en la actualidad serios problemas de intrusión marina y salinización de sus aguas.
Algunos de los campos de golf situados en estas regiones se riegan con aguas depuradas. A pesar de que en los últimos años las Administraciones apuestan por dicha técnica, no es la más aceptada entre los gestores y usuarios de los campos. Este tipo de riego también es contaminante por su escasa calidad, ya que son aguas con alto contenido salino, elevados niveles de nitrógeno y fósforo, materia orgánica y otros compuestos derivados de una depuración ineficiente.
Golf y sostenibilidad La preocupación por el ahorro de agua es cada vez más importante, hasta el punto de que han aparecido nuevos tipos de campos de golf adecuados a la vegetación española. Un ejemplo es la instalación de Quijorna (Madrid), donde se ha optado por un campo rústico. El presidente de este campo, Francisco López, ha apostado por la adecuación del campo al medio ambiente de la zona y al desarrollo sostenible.
Actualmente cuenta con 9 hoyos, no se riega, únicamente se realiza una limpieza de las piedras del terreno y siega de las hierbas naturales. En una segunda fase (5 ó 6 años), el campo tiene previsto regar sólo zonas estratégicas, alrededor de 3 ha, para que el juego presente un nivel similar al de los campos de césped. La aceptación de este tipo de instalaciones es alta. En 2004 tuvo más de 230 abonados, pues el precio es menor al de otras instalaciones y las condiciones de juego similares.
SEQUÍA, DESERTIFICACIÓN Y CAMBIO CLIMÁTICO España es el país más árido de Europa. Según datos de la ONU, un tercio de su superficie sufre una tasa muy elevada de desertificación y un 6% ya se ha degradado de forma irreversible (24).
Las zonas más afectadas por este fenómeno son la vertiente mediterránea y las islas canarias. La sobreexplotación de los recursos hídricos, la tala indiscriminada de bosques, la agricultura intensiva, los incendios y la ocupación del suelo para el negocio inmobiliario son en gran parte responsables de esta situación.
Es urgente tomar medidas que impidan seguir perdiendo, cada año, millones de toneladas de suelo arrastrados por el agua y el viento como consecuencia del avance de los procesos de desertificación (25).
A los problemas causantes de la desertificación y de la sequía se suman los efectos que el cambio climático está provocando a nivel global. El aumento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones son sólo dos de los múltiples efectos producidos por el incremento de las emisiones de CO2 a la atmósfera.
Recientes informes científicos sobre cambio climático (EEA (26), JRC (27), MIMAM (28), OCDE (29), ONU (30)) evidencian que sus efectos, en la Península Ibérica, serán más intensos que en el resto de países europeos.
Así, las previsiones son que los periodos de sequía serán más frecuentes y más intensos que los actuales.
La escasez de lluvia del presente año hidrológico (2004-2005) ha puesto en alerta a las Administraciones y a los usuarios. De manera cíclica, en la Península Ibérica se suceden periodos de sequía que hacen que los recursos hídricos disminuyan. Sin embargo, esta disminución es cada vez más acentuada por el aumento de la presión sobre el recurso agua y por el uso totalmente descontrolado que hacemos de él.
El agua es un bien escaso y limitado, por lo que la solución a la escasez está en las políticas de gestión racional y de fomento del ahorro. Es necesario un cambio en la política hidráulica tradicional, centrada en la ejecución de grandes obras, que ha demostrado su ineficacia hacia una gestión de carácter más hidrológica y más ambientalista.
Los ciudadanos españoles gastan 265 litros por habitante y día (31), lo que nos sitúa en el tercer puesto mundial en consumo de agua por detrás de los EEUU y Japón. Esta situación, sumada al bajo costo (menos de 0,5 euro por metro cúbico (32)), no fomenta el ahorro ni conciencia sobre la importancia que tiene el agua.
Sin embargo, y tras la entrada en vigor de la Directiva Marco del Agua en el 2004, la situación debería cambiar y antes del año 2010 los costes reales del agua deberán repercutir en los usuarios.
Las consecuencias ambientales, sociales y económicas de la falta de previsión en la gestión del agua serán dramáticas si no tomamos medidas urgentes.
Los periodos de sequía y escasez se convertirán en crónicos en buena parte de la Península Ibérica. Por ello, se hace imprescindible aplicar políticas de prevención, ahorro y optimización de los recursos hídricos. No tiene sentido seguir planteando el desarrollo de un país o una región mediante la oferta ilimitada de un recurso cada vez más escaso y valioso como el agua. Más, cuando nuestros ríos son actualmente las cloacas donde terminan buena parte de nuestros residuos.
Existe una descompensación evidente entre la capacidad natural del medio para regenerarse y la presión a la que se ven sometidos los recursos naturales. A estos factores debemos sumar los efectos que el cambio climático tendrá sobre todo en las áreas de mayor riesgo.
Las Administraciones responsables de la gestión del agua tienen que tomar conciencia de una vez de lo que va a suponer la escasez y el cambio climático en la disponibilidad de agua en España.
Las medidas para minimizar sus efectos hay que tomarlas ya. No es razonable seguir discutiendo sobre la necesidad de construir trasvases, canalizaciones y embalses, cuando la falta de caudales y la calidad de los mismos harán totalmente inviables estas infraestructuras.
Las Administraciones deben apostar por desincentivar la demanda, recuperar cauces, reforestar áreas para evitar los procesos erosivos y favorecer la infiltración y la recarga de los acuíferos.
Y también luchar contra el grave estado de contaminación que sufren nuestras aguas superficiales y subterráneas.
LA DESTRUCCIÓN DE LA VEGETACIÓN DE RIBERA Los sotos y riberas y la vegetación que acompaña a los ríos y ramblas de la Península Ibérica han sufrido y sufren un acoso brutal que ha mermado de manera drástica la función ecológica que desempeñan estos ecosistemas.
Las bandas de vegetación higrófila que envuelven el curso de los ríos desempeña una función fundamental en el mantenimiento de la forma y estabilidad de los cauces, en la contención y minimización de los efectos de las avenidas, en la calidad de las aguas o en la cantidad y calidad de la flora y fauna que viven en el medio acuático. La sombra que proyectan las copas de los árboles sobre el agua regula la temperatura de los ríos.
Las raíces de los árboles y arbustos fijan las orillas, fijan nitrógeno, sirven de refugio a la fauna acuática y realizan intercambios de materia con el medio acuático. Esta interfase agua-tierra es vital para la calidad de las aguas.
La agricultura y la producción de madera de chopo se asientan de manera preferente en los fondos de valle donde se dan los mejores suelos. Esta cercanía al nivel freático es el principal factor de degradación de los ecosistemas ribereños.
Las talas de alisedas, saucedas, olmedas o fresnedas para convertirlas en explotaciones agrícolas ha supuesto la reducción o total eliminación de un cinturón de vegetación de alto valor ecológico y un alto nivel de biodiversidad.
Los sotos son, por lo general, islas de mayor humedad y frescor que su entorno circundante, por lo que se utilizan como corredores biológicos y lugar de cría, alimentación y refugio de numerosas especies de animales y plantas recogidas en las diferentes categorías de amenaza de la legislación autonómica y estatal.
La regulación de los caudales, a través de la construcción de embalses y pantanos, también es responsable de la pérdida de calidad y cantidad de los ecosistemas de ribera. Estos ecosistemas están adaptados al descenso del nivel freático, los ciclos de sequía en verano y las avenidas e inundaciones en los meses de lluvias. La regulación de caudales supone invertir esta dinámica, reteniendo aguas en invierno y liberando caudales en los meses más secos, régimen al que las especies de ribera no se adaptan y acaban por desaparecer.
Estos corredores ecológicos han de ser respetados y restaurados, allí donde los cultivos agrícolas o forestales (choperas) han invadido el dominio público hidráulico.
Es preciso recuperar su función pública y restaurar la vegetación original con especies autóctonas que permitan recuperar las funciones ecológicas y paisajísticas de estos ecosistemas.
IMPACTOS SOBRE LA ICTIOFAUNA La situación geográfica y la morfología de la Península Ibérica, rodeada de mar y aislada por el Norte impidiendo la conexión de ríos con Europa por los Pirineos, hace que la ictiofauna presente un carácter endémico.
Por eso, los peces de agua dulce han ido evolucionando dando lugar a un gran número de especies y poblaciones diferenciadas que en algunos casos no se encuentran en otros lugares del mundo.
Estas poblaciones genéticamente diferenciadas son, por su reducida área de distribución, muy vulnerables a la alteración que sufre su hábitat. Por ello, algunas de ellas se encuentran en peligro de extinción y otras amenazadas.
Los ríos ibéricos presentan algunos de los endemismos más raros de la fauna europea, como el jarabugo (Anaecypris hispanica), la bogardilla (Valencia hispanica) o la lamprehuela (Cobitis calderón). Algunas de ellas se consideran las especies más amenazadas de Europa (33).
La pérdida de la calidad del agua de nuestros ríos debido sobre todo a la contaminación, la introducción de especies exóticas utilizadas para repoblación o por suelta de particulares y por la construcción de infraestructuras en los cauces (embalses, trasvases, canalizaciones, entre otros) han supuesto una auténtica catástrofe para la ictiofauna española.
Los vertidos urbanos e industriales suponen un problema de contaminación para los cauces receptores. Según el Plan Nacional de Saneamiento y Depuración, todos los municipios de más de 2.000 habitantes equivalentes (34) que vierten a aguas continentales o estuarios deben disponer de estación depuradora antes de finales de 2005.
Sin embargo, cuando existen, no siempre funcionan o no lo hacen de manera adecuada. Las depuradoras de aguas residuales están diseñadas para eliminar una serie de contaminantes (materia orgánica, sólidos en suspensión, grasas,...), pero no eliminan otras sustancias como los antibióticos, las hormonas o algunos compuestos tóxicos. También son significativos los vertidos contaminantes generados por granjas e industrias agroalimentarias.
El exceso de pesca tanto de salmón como de trucha esquilma las poblaciones, sobre todo en algunos tramos salmonícolas.
Esto se agrava por la pesca furtiva, que campa a sus anchas por la falta de vigilancia en los ríos salmonícolas y la vigilancia casi nula del resto de los ríos españoles. Como consecuencia de la demanda de peces, se realizan repoblaciones con especies foráneas tanto del extranjero como de otras cuencas como la trucha arco iris, el lucio y varios tipos de salmones, dando lugar a contaminación genética.
Estas mezclas entre las especies exóticas y las autóctonas hace que la diversidad genética se reduzca o se pierda.
Aunque en la actualidad las Administraciones apenas realizan repoblaciones con especies exóticas, algunos particulares siguen introduciendo peces foráneos, es el caso de los gupis o el siluro. Un caso emblemático ha sido la introducción del cangrejo americano al que se le atribuye la desaparición del fraile (Blennius fluviatilis).
El excesivo gasto de agua de los regadíos provoca un descenso importante en el caudal de los ríos. Las presas, embalses y azudes tienen un doble impacto sobre las poblaciones piscícolas. Por un lado, impiden el paso de las especies migratorias (en el mejor de los casos permiten el paso de los salmónidos) y, por otro lado, hacen descender de tal modo el nivel del agua o provocan tales fluctuaciones que impiden la reproducción de muchas especies.
Además, los trasvases producen el traslado de especies de una cuenca a otra; las canalizaciones provocan la destrucción de los lugares de refugio y cría de muchas especies; las centrales térmicas varían las características del agua aumentando la temperatura y provocando contaminación por aceites; y las graveras provocan alteración de las márgenes, aumento de la turbidez del agua y destrucción de hábitats de especies.
REPERCUSIONES EN LOS ECOSISTEMAS COSTEROS DE LA ESCASEZ DE AGUA APORTADA POR LOS RÍOS La construcción de grandes infraestructuras, el uso de los ríos como vehículos para diluir la contaminación o la canalización de algunos cauces son ejemplos de una gestión de nuestros ecosistemas fluviales que no ha sido capaz de comprender y conservar la gran variedad de servicios ambientales que nos proporcionan los ríos y nos coloca ante una situación alarmante.
En relación a la función ecológica que cumplen los ríos en su encuentro con los espacios costeros y con el mar hay un mensaje especialmente preocupante porque se repite hasta la saciedad e indica un gran desconocimiento:“el agua que va a parar al mar se pierde, sin que la hayamos utilizado”. Se trata de uno de los pilares de las formas de “gestionar” el agua sobre las que se asientan políticas como las del felizmente derogado “trasvase del Ebro”.
Lejos de “perderse”, el agua que llega al mar cumple funciones importantísimas.
Una de ellas es aportar sedimentos: el agua de mar no es sólo agua y sal, lleva sustancias en suspensión que contribuyen al equilibrio geológico de la costa, aportando el material con el que se construyen elementos geomorfológicos como deltas o playas.
El Delta del Ebro, por ejemplo, uno de los humedales más importantes de Europa, ha perdido el 99% de los aportes de estos “materiales de construcción” como consecuencia de los 200 embalses existentes en su cuenca (35).
Este fenómeno, que puede provocar a medio-largo plazo la desaparición del Delta, se vería agravado por una mayor disminución del caudal del río.
El agua dulce que llega a la costa se mezcla, además, con la del mar, creando una zona de mezcla, con una salinidad (porcentaje de sal) intermedia entre la del río y la del mar.
Las características de esta zona, su tamaño y su estructura van a depender, entre otras cosas, de la cantidad de agua que alcanza la costa.
También cumple una función ecológica fundamental, tanto a la hora de permitir el desarrollo de muchas especies como a la hora de impedir que el agua marina salada avance aguas arriba, lo que puede tener efectos muy negativos sobre los estuarios, el suministro de agua o la agricultura.
Pero, además, y particularmente en zonas pobres en nutrientes, los ríos cumplen un papel primordial: fertilizar el mar.
La producción pesquera en muchas zonas en todo el mundo depende estrechamente del volumen de agua que consigue alcanzar el océano.
En el caso del Mediterráneo occidental catalán, se ha calculado que cada metro cúbico por segundo de caudal del Ebro que llega al Mediterráneo durante el periodo de reproducción de la anchoa puede representar 204 kg de captura mensual de anchoa obtenida un año después (36).
Es así de simple: a menos agua, menos producción, menos pescado, menos pescadores...
El agua que llega al mar, por lo tanto, no se pierde. De hecho, cuando nos asomamos a la costa, parte de la riqueza que vemos es resultado directo de toda ese agua que forma parte fundamental del funcionamiento de estos ecosistemas.
LA DESALACIÓN: UNA ALTERNATIVA CON MUCHOS PROBLEMAS La desalación o desalinización es un proceso de separación de la sal del agua del mar o de las aguas salobres para hacerlas potables o útiles para otros fines.
La tecnología más extendida actualmente es la ósmosis inversa. El proceso es simple. Mediante la aplicación de una presión mecánica se logra hacer pasar el agua salada a través de una membrana artificial para separarla de la sal y así obtener agua pura.
Tras derogar el trasvase del Ebro, infraestructura que suscitó una gran confrontación social, el actual Gobierno ha planteado una serie de alternativas en el programa A.G.U.A. (Actuaciones para la Gestión y la Utilización del Agua).
Dicho programa tiene previstas más de un centenar de actuaciones en las cuencas mediterráneas, entre las que se encuentra la construcción de varias plantas desaladoras que aportarían el 50% del volumen de agua prometido a las cuencas mediterráneas (unos 621 hm3/año).
La desalación conlleva serios problemas intrínsecos: * El impacto paisajístico de la propia construcción de la planta desaladora en zonas costeras. La ubicación tiene que cumplir lo estipulado en la Ley de Costas respecto al dominio público marítimo-terrestre. Por ello, sería necesario estudiar la ubicación de cada planta (caso por caso).
* La cantidad de energía eléctrica que consumen para vencer la presión osmótica (70kg/cm2)(37), bombear el agua desde su origen y posteriormente hacia los depósitos de almacenamiento. Por eso, la demanda de energía de estas instalaciones tiene que ser suministrada por energías renovables (solar, eólica, otras). También hay que tener en cuenta la calidad de las aguas del mar que se van a utilizar, ya que a mayor calidad menor consumo energético y menos emisión de solutos y sólidos disueltos. Para conseguirlo, es necesario diseñar y ejecutar un plan de mejora de la calidad de las aguas costeras y litorales.
* El residuo de las desaladoras, la salmuera, muy concentrado en sales, presenta diferencias de pH y temperatura respecto del agua original y contiene productos químicos como biocidas, anti-incrustantes, anti-espumantes y metales pesados, que luego son vertidos al mar. Por eso hay que tener en cuenta la dinámica litoral en la ubicación de las desaladoras y de los emisarios de salmuera. Es necesario situarlas en lugares con corrientes que puedan dispersar la salmuera producida. De hecho, la presencia de praderas de fanerógama Posidonia oceanica debe ser razón suficiente para no ubicar estas infraestructuras, porque esta planta marina es extremadamente sensible a los cambios de salinidad del medio (38).
* La incertidumbre sobre el impacto real de la salmuera. ¿Cuál será el volumen real de salmuera producida? ¿Existen estudios del impacto de las mismas, a nivel local y a nivel regional? Son necesarios programas de investigación para dar usos alternativos a las salmueras o, al menos, para minimizar su producción y efectos.
* Un gran impacto social al crear la idea del agua como recurso infinito y permitir la construcción de nuevos centros y complejos urbanísticos en la costa (urbanizaciones, hoteles, campos de golf, parques temáticos...). Las desaladoras no pueden servir en ningún caso para fomentar y/o consolidar políticas urbanísticas con crecimientos incontrolados y dar por bueno un modelo insostenible de desarrollo que llevaría aparejado una brutal destrucción de los ya diezmados recursos naturales de la costa mediterránea.
Por todo ello, la desalación debería ser la última de las opciones a adoptar entre todas las actuaciones posibles. Existen medidas de optimización de los recursos hídricos más rápidas y económicas que pueden evitar la construcción de muchas de las plantas proyectadas: * La lucha contra la contaminación de las aguas, que liberaría gran cantidad de recursos para otros usos. * El cierre de pozos y extracciones no autorizadas. * La erradicación de los regadíos ilegales. * El fomento de la reutilización de agua residuales. * La mejora de las infraestructuras de distribución de agua, que sufren grandes pérdidas (en algunos casos superiores al 30%). * El fomento efectivo de las políticas de ahorro y desincentivación de la demanda.
* 12 Razones para excluir las grandes represas, de las energías renovables. Doc pdf. (http://www.iberica2000.org/documents/12Razones_hidroelectricidad_IRN.pdf)
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